jueves, 16 de octubre de 2014

A un palmo de nada (A un palmo de perderlo todo)

La primera vez
fue en un 11 de Septiembre
y aunque no éramos almas gemelas
la premonición del derrumbe
nunca dejó de crujir
dentro de nuestras cabezas.
Y un relato de nosotros
presagió tormentas,
teléfonos apagados,
hoteles sin salida
y puntos suspensivos
borrados de una agenda.
A veces dormí en su cama
y sobre ella, en el techo
se abría una morbosa grieta
que nos dejaba sin habla.
El sexo, la muerte y la distancia
fueron nuestras mejores bazas.
El único sobresaliente.


Y son años repitiendo curso.
-Deberías cambiar de carrera.
(Las “buenas gentes” me espetan)
A consejos sabios, necias respuestas:
-¿Y si mi vocación es ella?
-Es una vocación sin salida.
-La escalera de incendios
y sin ninguna prisa.


Velas que nunca encendimos
hoy se rebelan.
Una bañera llena de chocolate.
Un paragüas rosa, un licor de manzana,
madera, mucha madera
y una bola de acero
tan negra como su casco
tan dura como su cabeza
mientras llovía a mares
y no importaba mojarse
todos los palmos del cuerpo.


A ella le gusta “pincharme”
evocando mis pecados
y me llama “bobo”
por acercarme a su lado
y no evitar el pinchazo.
“Como en los erizos.”
Pero un palmo es demasiado lejos
si siempre se acerca el mismo.


Ahora sé
que la flor natural que no se marchita
no dura más de cinco años,
está liofilizada
y reside dentro
de una urna de cristal.
Empiezo a arder
y no va a venir nadie.
Sin erizo no hay dilema.
Entonces imagino
un extintor de incendios.
Cristales que se rompen
y humo por todas partes.


Un palmo es demasiado.
Yo quería escribir una canción

y todo ha quedado en relato.









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