Como
el reflejo del pájaro
en
un charco
y
la sombra de la escopeta
en
el tronco de un árbol.
Sin
guión.
Como
un paso de cebra
en
las teclas de un piano
o
un concierto de plagios
en
el claxon de un atasco.
Sin
guión.
Y
sin descanso.
Como
Saturno vomitando
a
todos sus hijos muertos
después
de haberlo pensado.