viernes, 6 de mayo de 2011

Walker o el desconcierto

1.

Se despertó entre laureles
se limpió el musgo de los ojos
y mirando al cielo indignado
se abotonó la camisa.
Dio un puñetazo al lago
y el lago se volvió una catarata.
Escaló a través del agua
hasta llegar a la cima
y allí en pie, observó
todo el pasado a sus espaldas
y famélico de orgullo
se dispuso a destrozar
su antiguo honor
y aulló, aulló tan agudo
que la noche cayó en pedazos
negros
y aquí abajo
con sus brazos
alguien me rodeó por el cuello
susurrando:
“Puedes contarme lo que quieras
seré una tumba,
una tumba abierta
para ti.”



2.

Como siempre
vuelvo caminando a casa
cruzo la “Calle de los tomates”
y no le encuentro la gracia
pero en mi cabeza
suenan risas enlatadas
y todo el mundo sabe
que esas risas
son risas de gente muerta.
Continúo recto
y todas las chicas que veo
en las puertas de los bares
fumando a solas
parecen putas
cuando me siguen con la mirada.
Cierro los ojos
y sólo veo putas.



3.

Y un ruido tosco viene de arriba
es él
apaleando carne cruda
a puñetazos
sacando a golpes el sonido
entre delirios
de histeria contenida
y borrachera mortal.
Todo para acabar siendo
la última ficha
en el efecto dominó.
Y una de ellas
me señala con el dedo:
“Me gustaría verte morir
en mis brazos
es decir, entre mis manos
y ahogado
hacerte explorar el océano
como hice con Neptuno”



4.

“Alguien lo arrancó del cielo
y lo bajó a través de una tormenta”
dicta la leyenda
y no quiero seguir leyendo
pero él sigue místico y oscuro
rezando desde arriba
porque ha vuelto:
“The drift” (La deriva)
Y un cubo enorme de madera
retumba hueco
en medio
de una habitación vacía
saciando su locura
como un borracho
estrellando sin parar
un vaso de cristal sobre una barra.
Cruzo la avenida
giro a la derecha
y una publicidad me asalta:
“Deberías cambiar de aires
¿Sabes lo que te queda?”



5.

Mataré a Cronos
y compraré un reloj
que sólo cuente el tiempo muerto.
Por Orfeo
y toda la fuerza vertida en un charco
sabremos nadar
o nos hundiremos en el Averno:
Walker o el desconcierto
trozos de cielo negro
cayendo sobre todo esto
la zona sucia fuera de lugar
sus ojos hirviendo
en un reflejo
comienza el descenso
desciendo.


. . .


Como si fuera una emboscada
alguien me aconsejó:
“Deberías pasar página”
Pasé página
y sólo quedaba la tapa.



6.

Y en la tapa
una profecía
dictaba sentencia:
“El primer día de Junio
Eolo soplará la última vela.”