miércoles, 26 de septiembre de 2012
jueves, 13 de septiembre de 2012
Todo comenzó un sábado
Todo
comenzó un sábado en su oficina
cuando
se levantó a cerrar la puerta
con
un “ya que nunca vienes a verme...”
y
me propuso cenar con ella
para
celebrar el aniversario
de
nuestro último plazo fijo.
En
no sé qué día de un mes del año dos mil algo.
Tal
vez acabara en doce.
Tal
vez fuera la última semana del mes de agosto.
Tal
vez fuera...
que
tal vez fueron...
demasiados
talveces...
Bebió
demasiado y se dejó hacer muy poco.
Ya había brindado por todas las cosas vivientes menos por uno
y entonces, me dejó helado:
“¡Ésta
a tu salud!”
Sin darse cuenta que ya no quedaba más cola en el vaso.
Mal
augurio.
“Ya
no seremos hermanos de ketchup” dijo riendo.
Salimos
buscando algo que nunca encontramos.
Caminamos
en círculos durante un rato.
De
repente quiso darme dos besos:
- Yo
sigo todo recto hasta el final
- ¿De
verdad no quieres que te acompañe? Tú sola, por la calle...
A
estas horas...
- Tranquilo,
siempre llevo en el bolso uno de esos sprays
por
si el violador no me gusta.
Quise
decir algo más
pero
no había nada más que decir.
La
cosa acabó un lunes de fondos perdidos,
ahorros
retirados, libretas anuladas y plazos vencidos.
Cuando
uno invierte en talveces y sólo recoge porqués...
el
resultado no es otro que
una
tarjeta de crédito partida en dos.
Cortada
por unas tijeras
que
aún daban vueltas a la mesa
como
ella a su conciencia
en
su última objeción:
“¿Realmente
es cierto eso de que quieres morir joven
o
sólo fue una excusa para no abrirte el plan de pensiones?”
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