miércoles, 9 de noviembre de 2011

Póker de dobles parejas

Y de repente, me encontré
presidiendo una cena
con un póker de dobles parejas
alrededor de la mesa
y entre manos
una copa de Château
y los reyes y las reinas
me miraban
esperando a que brindara por su amor
y brindé por ti y por mí
y por todo mi dolor.
Tras terminar el postre
paseamos por el párking subterráneo
de ese hotel de mil estrellas
en busca de más alcohol
las parejas se solapaban
formando tríos y escaleras
y me sentí el único comodín
viviente sobre de la tierra
que aún espera
a que llegue su pareja,
acaso quise pensar
que no era tu estilo venir
a un lugar con tantas bocas
que hablan y dicen cosas
y encima tienen brazos
y piernas y cabeza.
Y me alejé de la combinación ganadora
de los reyes y las reinas
y los príncipes y las princesas
para rascarme la pena
por las esquinas del párking
preguntándome de qué vale
tener el récord del mundo en quererte
si cada vez que te beso
me haces un control antidoping.
Puede que me cogiera
con el alma vacía y la vejiga llena
pero al pensar eso
me hubiera meado de risa
si no es por la impertinencia
de una vieja venida del futuro
o de otro planeta:
“Hay que ponerse las pilas”
me escupió la abuela de alguien
- yo es que uso baterías
de esas que ya no se fabrican
y me respondió:
“por internet todo se encuentra”
así que la mandé al siglo 18
a por cerveza.
Sintiéndome vencedor
de la mano decisiva
por fin salimos a la calle,
me ajusté la chaqueta
y me animé un poco.
Ahora que ya no me queda
un pelo de tonto
qué pena,
de listo tampoco.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Reflexiones finales

No sé qué nostalgia heredo,
no sé qué temblor me acusa.
Invento una escaramuza
de muslos, pero me quedo
entre las uñas del miedo
con fuerte olor a pasado.
En mi cuerpo estoy prestado,
la vida que dan no alcanza.
Esta es la última esperanza:
la sexta cara del dado.



Alexis Díaz-Pimienta