Aún escucho tu voz
en mi cabeza,
donde una guitarra
lanzada al mar, contra las rocas
vibra y duerme desterrada
en un punteo de cangrejos
que van y vienen
cruzando el mástil y las cuerdas
y todo pasa
y todo es lento
en la danza dulce de las aguas,
las olas entran
salvajes suenan
en la caja de resonancia
y salen muertas por las grietas
y aún escucho tu voz
en mi cabeza.
Puta indómita,
lárgate de mi casa.
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