viernes, 25 de junio de 2021

Noviembre engendró un monstruo

Déjame acampar esta noche

a la orilla de tu ojos

y te contaré la historia

de mis lágrimas clorificadas.


Eran tiempos heroicos y frágiles

de mentiras putrefactas

y andares perversos.


Las calles quedaron sembradas

de una escolanía de tambores

formada por ángeles

que repartían semillas de ricino

a los jovenzuelos almibarados.


Las raíces del odio

todavía eran larvas de gusano

atravesando los pliegues

de la mórula pulpar de un cigoto.


La soledad comía chocolate

a escondidas, en la despensa

de un hotel en llamas

mientras el horizonte chocaba

contra el amarillo

de un cielo enfermo de hepatitis.


Las aves quedaban atrapadas

entre los nudos gordianos

de las nubes sintéticas

y los aviones se estrellaban

contra los somníferos

de la madre naturaleza

en sobredosis.


Eso no era la casa de una mujer.

Eso era un depósito de despiece

de almas descuartizadas.

Y cualquier día de estos

caminará por tus calles

y se cruzará en tu camino.

No será muy guapa

y tampoco será muy fea.

Vestirá con una ropa normal.

Apenas hará ruido

pero no dejará en paz al silencio.

Te mirará a los ojos,

sus pupilas se dilatarán un poco.

Sonreirá apenas

y decidirá

que tú eres el siguiente.













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