Un hombre y una mujer
esperan el ascensor.
Él les observa tras la mirilla.
Hablan de la Semana Santa.
El hombre se percata
que hay alguien tras una de las puertas.
Ese vecino con el que nadie trata.
Entonces gira la cabeza,
mirando con desdén
y los ojos inyectados en odio,
escupe un abrupto:
“Nadie habla con usted”
Desde hace un tiempo
ha pasado a llamarse: “El hombre solo”
y en su maraña de ideas
piensa cosas feas y raras.
Alquilar el ático
del Edificio Apolo
para una gran fiesta de despedida.
Invitar a todos sus enemigos
y enemigas.
Estos vecinos pasan a engrosar la lista.
Baja a tomar café
al mismo bar de siempre.
Tras la barra hay dos chicas.
Una de ellas, mulata.
Siempre tiene una sonrisa para él,
nunca le falta.
La otra es un poco más seria.
“Ahora te lo llevamos” - Le dice.
Él espera en la terraza.
Fuma como un animal
y su ropa nunca huele a suavizante.
Fuma y fuma
porque no va a morir de eso.
Lo ha pensado tantas veces…
Escucha un murmullo.
Las dos chicas hablan dentro.
Una le dice a la otra:
“Es para el hombre solo”
La más seria aparece con el café,
lo deja en la mesa
sin mirarle a la cara.
No le ha traído ni azúcar.
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