jueves, 30 de agosto de 2012

Getsemaní (Verbotene Aufnahmen)

No sigas insistiendo,
no va la luz.”
(Podemos hablar a oscuras
mientras llega el ascensor
y haces ruido con la compra
al sentirte tan violento.
Creyendo que te podría besar
cuando yo sólo muerdo)
Aún me pregunto
de vez en cuando
cómo te llamas
y si sigues viviendo
en aquella casa.
Hoy, por ejemplo.
Aunque hoy es mal ejemplo.
Porque hoy
han pasado tantas cosas
por mi mente
que ya no sé cuántos días
caben en éste.
Ni cuantas veces he muerto
en los últimos tiempos.
O en cuántos resurgimientos
he creído renacer de nuevo.
A veces la Muerte
me sorprende con la Vida
en actitud cariñosa
pero no le importa mucho
sabe que tarde o temprano
acabaré en sus brazos
en mitad de una orgía
a corazón abierto
a dos calles de Dios
y a un paso del infierno.


 
A la orilla de un trasero
a ras de unos vaqueros rotos
pude leer “Urban Waves”
Urban en la nalga izquierda
Waves en la derecha.
El traqueteo del autobús
balanceaba su cuerpo
ligeramente hacia delante
y ligeramente hacia atrás
hacia mí y hacia allá
hacia mí y hacia allá
como las olas del mar
meciendo un hueso de goma
en mitad de la ciudad.
No hubiera cedido el sitio
ni al tullido más honesto
de la guerra más sangrienta.
Ésa era mi batalla
y en la lucha
perdí el alma y el paraguas
además de la vergüenza.
Casi conseguí nadar
hasta el final del camino
pero mi suerte se fue
por la última curva.
Y si a alguien le quedan dudas
que no se le ocurra preguntar
por la flor natural
que no se marchita.
Ahí queda eso
y ha quedado muy mal.


 
Aterricé en el verso
de un poema de Aldecoa
y evitando saltar al siguiente
me adentré en él
a ver qué pasaba.
Crucé un puente de madera,
erraba la noche
litúrgica y vaga
y en el último banco
apareció ante mí una joven
deshecha en lágrimas.
Me detuve ante ella
dudé en sentarme a su lado
pero ya era incómodo
hasta pensarlo.
Apenas había luz
no pude verle la cara.
Nunca sabré si supo
que yo estuve allí para nada.
Una semana después
volví al mismo verso
y atravesé el mismo puente
y en el último banco
apareció sentado
un hombre de traje
con un maletín verde
hojeando el periódico
buscando en contactos
hostales y albergues.
El hombre expulsado de casa”
lo llamé a éste.
Y a la otra
La chica triste del puente.”


 
Y aquí acaba la cosa
donde las cosas terminan
en el Cajón de las Cosas Valiosas
cosas de todo tipo
recortes de una vida
como el Edificio Apolo
esperando en su azotea
mi fiesta de despedida.
Ese ático fantasma
concebido para mi causa
o el Hombre de la Media Cara
o mis Noches Viejas Malditas
registradas como marca
cada 365 días.
Y el loco que subió
por el borde de la peineta
y el Hombre del Vómito Rosa
apoyado en una mesa.
Y la rata en la peatonal
y los turistas en estampida....
La certeza de que nada es verdad
de que todas las mentiras
podrían haberme sucedido ya
y que el Infierno
que me prometieron
era el Cielo
que quisieron venderme.
Y aunque duela y aunque cueste
nadie deja de remar
ante la idea de la muerte.
Así pues
si fuera a alcanzar el triunfo
a punto de rozar el arco
en un arrebato de humanidad
cual demonio de lo perverso
correría un último riesgo
para tener la esperanza
de sentirme vivo
por más tiempo.
Y Eso
sea lo que sea
no es la felicidad.

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