viernes, 17 de agosto de 2012

Cuando Washington Priceton conoció a Georgia Lagette

Se conocieron en Despeñaperros.

Ella probablemente no quería ser
otra cosa en la vida
que lo que era.
Ella quería ser eso. Ella quería ser Ella.

Una ácrata de mano dura
y manga ancha
ante un acróbata partidario
del inmovilismo.
Palabras demasiado profundas
en paladares postizos.
Un sincretismo de idiotas
pretendiendo sembrar dudas
y recoger catedrales.
El destino elige muy mal
a los destinatarios.
Fue todo tan malo
que destacar sólo una cosa
hubiera sido injusto.
Él prometía muchas cosas
- Si levantamos la copa
juro renunciar a la prima
para no correr el riesgo
de tenerte que escuchar
en estos tiempos que vuelan
de maniquíes a maniqueos
puedo prometer y prometo.

Él era una mala imitación
de Alister Crowley
y ella la reencarnación
de un garabato quinoniano.
Pero si invertimos el abanico
nos saldrá
un dossier de la amargura
una especie de inseguridad sangrante.
Siempre fue un mal día
para dejarse crecer las venas.
- ¿Será que te amo
y por eso te odio tanto?
- ¡Y un Cojón de Gato!
No me lo trago.

Esas cosas la hacían vomitar.
Como un axioma de pecho
ante una verdad en crudo
regada por un mal vino
que vino a ser mentira
después de tanto jurar.
Un resultado humillante
ya no habrá segunda vuelta que jugar
ni más copas que levantar.
El resultado: Empate a Nada.
No te conozco.
Tú a mí tampoco.
Y con eso ya es bastante.
Sólo compartiremos el mismo problema
donde la única solución
se obtiene al disolver el alma
en una o varias sustancias.
Llamemos a una ambulancia.

Él probablemente no quiere ser
otra cosa en la vida
que lo que es.
Él quiere ser eso. Él quiere ser Él.

Nos veremos en Jarrapellejos, baby.

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