Que baje de un rayo de luz
y se cuele por un resquicio de la persiana.
Que se me aparezca en mitad del pasillo
y pose sus manos en mis hombros.
Que se siente en la mesa de la cocina
frente a mí
y me deje hablar
hasta que se me acabe la saliva.
Que me sople el sudor de la frente
y las gotas resbalen hasta la punta de mi nariz
y desaparezcan ahí, como si fueran dudas.
La verdad en la vida lo redime todo.
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