Escena #1
En
las películas, la gente
no
tarda ni medio segundo
en
pedir perdón
después
de cagarla.
En
la vida real, eso
a
veces lleva años.
A
veces jamás pasa.
Escena #2
En
las películas, el conductor
vaya
a donde vaya
siempre
encuentra una plaza
de
aparcamiento.
A
la primera, sin titubeos.
He
visto aparcar
a
las mismas puertas
de
un ayuntamiento,
entre
las columnas
del
edificio de correos
o
frente a la embajada china.
En
la vida real,
esto
lleva un poco más de tiempo
y
bastante más distancia.
No
es un ejercicio fácil.
No
es tan simple, no es tan burdo.
Y
es gran parte de la trama.
Se
requiere astucia.
Controlar
los nervios.
Agudizar
la vista.
Mantener
el pulso.
Y
tener paciencia.
Yo
querría ver una película
donde
el protagonista
tardara
media hora
en
encontrar un sitio.
Sí.
Media hora de metraje.
Vale,
ha quedado con la chica
pero
tiene que aparcar.
Querría
verlo recorrer
las
mismas calles, varias veces.
Aplicar
una estrategia.
Defender
una teoría.
Como
en una escena de acción
donde
pasan los minutos
en
su contra.
Como
si le fuera la vida.
La
misma que no me cuentan.
Y
que al fin salga del coche
a
300 metros, veinte minutos tarde.
Con
la camisa arrugada,
el
pelo revuelto
y
las axilas mojadas.
Escena #3
En
las películas,
cuando
dos personas quedan
para
verse y tomar algo…
Siempre
y sin excepción,
la
primera que llega
se
sienta en una de las mesas
del
primer bar que encuentra
para
esperar a la otra,
mientras
bebe cualquier cosa.
No
he visto a nadie
esperar
apoyado en un coche
o
en la parada del bus
de
donde la otra persona viene.
O
en la boca del metro.
O
en un escalón o fuente.
No.
En las películas no importa
empezar
sin el otro.
No
importa correr el riesgo
de
acabarte la consumición
si
esperas más de la cuenta.
Llevar
una cerveza de ventaja
o
tomarte dos cafés seguidos.
Hay
presupuesto de sobra.
Escena #4
La
gran mayoría de las películas
tienen
un comienzo atractivo,
prometedor
e incluso inocente.
No
nos importa demasiado
qué
va a ocurrir. Nos entretenemos
escrutando
a los personajes.
Vemos
cómo viven, cómo se relacionan
y
con quién. Sus hábitos y su rutina.
Poco a poco van
quedando señalados
y
sus papeles están claros.
Hacia
la mitad,
el
interés por la historia
empieza
a ser más que cuestionable.
Cada
vez más previsible y aburrida.
El
desenlace puede llegar a ser
una
auténtica decepción.
La
vida.
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