¿Y qué es lo que queda al final
entonces?
No todo es drama,
no todo son malas palabras,
ni interminables discusiones.
No todo son puñetazos sobre la mesa
ni cabezazos contra la pared.
No todo son timbrazos a medianoche,
ni portazos, ni cristales rotos,
ni llamadas a la policía.
No todo son arañazos, saliva y
empujones.
¿Y qué es lo que queda al final
entonces?
Misteriosos y desconcertantes
silencios,
lagunas temporales, niebla en el
espacio-tiempo,
incomunicación, fragilidad, distancia,
urgencia, deseo, fugacidad.
Recuerdos fantasmagóricos,
vacíos inabarcables de preguntas jamás
formuladas,
tan deseadas...
Esperanza malsana, desinterés y tedio.
Palabras en relieve renombradas para
matar.
¿Y entonces, qué es lo que queda al
final?
Un bidón de metal
lleno de agua.
No todo son trágicas despedidas,
ni reencuentros fallidos
ni venganzas tardías.
A veces, lo único que queda
es una astilla de madera
tocada por una mano ilusionada,
flotando sin rumbo,
fluyendo inexorablemente hacia la
alcantarilla.
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